De pronto alzo la vista y quedo fijado con la mirada en la nube. Con esa extraña sensación de que, aunque estoy plenamente consciente y con los sentidos agudizados, la mente se queda totalmente en blanco…
De repente deja de realizar esos análisis continuos a los que me tiene acostumbrado, sin querer saber que ves, a que corresponde lo que oyes, que es lo que tienes que hacer ahora, porque estás aquí, de donde vienes… Nada importa en este momento. El cerebro deja de pensar, para solo sentir. Agudiza los sentidos consiguiendo, las primeras veces, que sientas un poco de vértigo, incluso. Pero la sensación de conexión con todo y de desconexión con tu yo interno, es una experiencia brutal.
Intento alargar el sutil equilibrio entre seguir disfrutando sin pensar en nada y mandarle al cerebro que no piense, consiguiendo lo contrario.
Un leve cosquilleo me despierta del letargo y como acto reflejo, mi mirada se posa en el dorso de la mano izquierda.
Una hormiga atareada está intentando mantener el equilibrio mientras camina cargando una miga de pan entre la cordillera que forman mis nudillos .La mente ya está despierta de nuevo, ja ja ja. Porque esa imagen me lleva a pensar que las hormigas pueden cargar 20 veces su peso.
-Ya estoy pensando otra vez, ja ja ja.
Intento, mentalmente, animarla a cruzar la mano hasta llegar a la otra orilla y celebro cuando lo consigue y se aleja atareada acelerando para reunirse de nuevo a la línea negra que forman sus compañeras.
Como le gustaría al pobre animal, tener ese pequeño paréntesis que acabo de disfrutar conectándome con el entorno, sin analizar nada.
Ellos se conectan siempre con el entorno y no analizan nunca nada, en el sentido literal de la palabra o, al menos, no de forma voluntaria. Reciben inputs y responden instintivamente. Eso es lo que nos diferencia;nosotros podemos preguntarnos siempre por qué, aunque muchos porqués queden sin respuesta.